lunes, 15 de abril de 2013

Bioquímica De La Soledad


Las personas solitarias, sin conyugues o sin amigos son más propensas a enfermarse y presentan una tasa de mortalidad el doble que las que tienen buenos lazos sociales. Steve Cole y cols. de la Universidad de California en Los Angeles (UCLA) han dado seguimiento a 153 voluntarios entre 50 y 60 años de edad para estudiar éste fenómeno. Pudieron comprobar, que los cambios en la expresión genética de las células inmunitarias estaban directamente relacionados con el distanciamiento social experimentado por los sujetos. Estos resultados explican por qué las personas solitarias sufren más inflamación crónica a pesar de tener altos niveles de cortisol y son más vulnerables a los microorganismos y a otras dolencias.

El estudio fue publicado en “Genome Biology”. “Es el primero en poner de manifiesto a nivel molecular cómo la soledad pone a la persona que la padece en mayor riesgo de padecer enfermedades y proporciona un marco molecular para entender por qué los factores sociales se relacionan con ciertas enfermedades”. Y, cómo el  ambiente  puede modificar nuestros genes.

Un dato que guarda relación con estos hallazgos es el caso de los japoneses que emigraron a los EE.UU. en busca de trabajo, se notó, que experimentaban un aumento significativo de enfermedades cardiacas. En principio se atribuyó a que adoptaron hábitos poco saludables, pero actualmente parece más probable que se deba al impacto cultural y a la perdida de los lazos familiares y sus vínculos de amistad. El genoma humano se altera en situación de soledad y no depende del número de personas con las que usted se relaciona, sino de la calidad de esas relaciones y de la sensación de aislamiento que sufra el individuo.  La misma soledad y abandono que describiera  en un niño Gabriela Mistral en su poema “El Niño Solo”.

“Como escuchase un llanto me paré en el repecho
Y me acerqué a la puerta del rancho del camino.
Un niño de ojos azules me miró desde el lecho.
Y una ternura inmensa me embriagó como un vino.
La madre se tardó curvada en el barbecho,
El niño, al despertar, buscó el pezón de la rosa
Y rompió en llanto…. Yo le estreché contra el pecho,
Y una canción de cuna me subió, temblorosa……
Por la ventana abierta la luna nos miraba.
El niño ya dormía, y la canción bañaba,
Como otro resplandor, mi pecho enriquecido …..
Y cuando la mujer, trémula, abrió la puerta,
me vería en el rostro tanta ventura cierta……
Que me dejó el infante en los brazos dormido”.

Y es que existen otros poemas que nosotros a diario escribimos y que bien podríamos titular: La madre sola,  el padre solo, la abuela sola o el abuelo solo.
Dr. Marcos Díaz Guillén
pediatra-neonatólogo,
Santo Domingo,
República Dominicana



No hay comentarios:

Publicar un comentario