Al acercarse la navidad, es bueno que reflexionemos sobre
aspectos de esta pandemia que no son medibles por las estadísticas. Y es, cómo
esta enfermedad está impactando en los abuelos, una parte muy sensible de la
familia que, por su edad, son los más afectados por la COVID-19, y que también
afecta a la población infantil por el rol que ellos juegan en la educación y
desarrollo del niño.
En los EE.UU. un país rico, hay 2. 4 millones de abuelos
cuidando a sus nietos, haciendo malabares con los factores estresantes de la
pandemia, entre estos, la educación a distancia, el aislamiento social y las
limitaciones económicas. Y, ¿qué pasa en nuestros países con los abuelos, los
niños y la pandemia? Lo mismo, pero de manera exponencial. Porque cada día son
más los padres encargados de mantener a pesar de sus precariedades a las hijas solteras
que se embarazaron y a sus nietos; multiplicando milagrosamente el pan y aportando
con su pequeña pensión si es que la tienen, la que comparten con un amor sin límites
entre todos.
En otro orden, la abuela que decidió criar a su nieto que
tiene alguna discapacidad, está renunciando a todo, a su libertad y al tiempo
de tranquilidad al que tiene derecho. Le está brindando a ese niño especial la
estabilidad emocional que se le da a la persona que se sabe amada, está
manteniendo su identidad racial y cultural, y le está dando el sentido de
pertenencia que ella sabe dar. Quizás con la íntima convicción en medio de esta
calamidad mundial que, al llevar a su niño a la cama, pudiera estar dándole su
último abrazo.
Los abuelos son transmisores de experiencias, son el hilo
conductor entre una generación y otra, y, tienen la paciencia para explicar y
dar a conocer las vivencias que han marcado a la familia, aportando al niño el
sello de su identidad familiar. El niño a su vez, es un educador de sus abuelos,
porque les motiva a ser más activos y creativos en una etapa de la vida en la
que la depresión es común.
No permitamos que la COVID-19 pueda romper
esos vínculos. Hoy más que nunca debemos estar ahí, bien atentos. Porque si la abuela
(o) desaparecen, quién le dará al niño esa magia que solo los abuelos saben
dar.
Dr. Marcos Díaz Guillén
pediatra-neonatólogo
Santo Domingo
República Dominicana.