En la sociedad actual todos somos testigos del deterioro progresivo de la salud mental en casi todos los pueblos, sean estos ricos o pobres. Y de la indiferencia y hasta el desprecio que existe en nuestros países hacia el enfermo mental que ni siquiera tiene cobertura en las llamadas Administradoras de Riesgos de Salud (ARS). Como si el cerebro y la psiquis de esas personas no fueran parte de su condición como seres humanos.
Cada año más de 900, 000 personas fallecen por suicidios que podrían
evitarse en su gran mayoría en jóvenes entre los 15 y 29 años y que representan
la segunda causa de muerte en este grupo etario después de los accidentes de
tránsito. Situación más evidente tras la pandemia Covid-19 con los trastornos
en la salud mental que ha dejado esa enfermedad en todo el mundo.
Los intentos de suicidios y los que se materializan, es
un problema de salud pública y su intervención debe ser una prioridad nacional.
“Necesitamos una acción de toda la sociedad, para poner fin a tantas muertes, y
se requiere del compromiso de los gobiernos para invertir y crear una
estrategia nacional integral que mejore la prevención y la atención del
suicidio”
(Renato Oliveira Sousa, director de la Unidad de Salud
Mental de la OPS).
Entre las medidas de prevención están:
. Limitar el acceso a venenos y armas de fuego.
. Identificación temprana, evaluación y seguimiento de
las personas con pensamiento y comportamiento suicida.
. Fomentar las habilidades socioemocionales en niños y
adolescentes.
. Que los medios de comunicación participen activamente
señalando los síntomas
tempranos.
. Que se eduque a la población desde el sistema nacional
de salud en atención primaria.
. Que la salud mental tenga una adecuada atención en los
seguros médicos.
. Campañas de alfabetización en salud mental.
. Conocer
tempranamente los síntomas: persona que hable reiteradas veces de querer
morirse, que la vida no tiene sentido, que es una carga para los demás,
sentirse extremadamente triste, atrapado, sin razón para vivir y otros.