Se inicia un nuevo ciclo escolar y finalizadas las
vacaciones de verano cientos de miles de niños, ricos y pobres, de escuelas
públicas y colegios privados ya se han reintegrado a las aulas. Unos tuvieron
la oportunidad de asistir a algún campamento dentro o fuera del país, y otros,
ir al pueblo de donde son sus padres y compartir con sus primos, tíos y abuelos.
Pero ¿Qué es lo que realmente quedará en sus memorias? El
tiempo y las experiencias que les pudimos regalar, las que recordarán hasta
dejar de ser niños, para convertirse en adultos felices. Regalos, que, además,
deberían ser experiencias cotidianas.
Claire Lerner, experta en desarrollo infantil sugiere que
cuando los niños tienen demasiado cosas materiales y satisfechas sus
necesidades más allá de los límites necesarios, su capacidad de jugar disminuye
y que, cuando posee pocas de esas cosas, se promueve más en ellos el
intercambio y la cooperación. Y yo diría, que, si el tiempo del niño fuera de
las aulas lo utilizamos para alejarlo de nosotros; y no lo aprovechamos para
ofrecerle nuevas experiencias, podría ser un tiempo perdido. Porque lo que más
satisface al niño, lo hace crecer y madurar, es el tiempo y las experiencias
compartidas.
En los hogares donde faltan esas vivencias esenciales que
solo nos cuestan algo de nuestro tiempo, poco importa que seamos pobres, clase
media o ricos, el resultado final será el mismo: un ser humano infeliz. Porque
lo que satisface y llena al niño y a toda persona nace de la interacción, la
creatividad y la conexión emocional.
Por lo tanto, regalemos no solo lo que nos cuesta dinero,
que no está mal. Regalemos a nuestros hijos también, una tarde en el mirador,
caminar juntos, compartir un helado o echar al viento una chichigua. Y
entonces, estaremos dando mucho más de lo que creemos. Cada helado compartido,
cada caminata, cada historia contada, fortalece la autoestima, la seguridad
emocional y los vínculos interpersonales. Y nada de eso se envuelve en papel de
regalo. Sin embargo, quedará grabado en la memoria de nuestros niños y les
servirá para siempre, porque serán mejores personas.
Ojalá que nuestros niños hayan podido disfrutar sus
vacaciones de verano con muchas y distintas actividades compartidas. Y que, de
nuevo en las aulas, encuentren a los maestros y autoridades que les puedan
ofrecer una buena formación académica y puedan regalarles valores y
experiencias de vida digna, eso nunca lo habrán de olvidar. Y tendremos un
mejor país.
Marcos Díaz guillén
Pediatra de la República Dominicana.