“El verdadero conflicto no
radica en el enfrentamiento de Occidente con Oriente, sino en el de la máquina
con el hombre, en el de la personalidad con la organización. El hombre necesita
la máquina y la organización, pero tiene que dominarlas en vez de resignarse a
ser mecanizado y deshumanizado por ellas. El verdadero peligro para el hombre,
no está en los riesgos que corre su seguridad material, sino en el
oscurecimiento del hombre mismo en su propio mundo humano”. (Rabindranath
Tagore, premio Nobel de literatura 1913).
En 1956 John
McCarthy acuñó el término “Inteligencia Artificial” y lo definió como la
ciencia e ingenio de hacer máquinas inteligentes, específicamente programas de cómputos inteligentes. En 1958
desarrolla en el Instituto Tecnológico de Massachusetts el primer lenguaje
computacional LISP para el procesamiento simbólico. A mediados de la década de
los 60 aparecen los “Sistemas Expertos”, que predicen la probabilidad de una
solución bajo un set de condiciones, y, a inicios de los años 70, Terry
Winograd desarrolla el sistema que permite interrogar y dar órdenes a un robot
que se movía en un mundo de bloques. En el 2011 IBM desarrolla la super
computadora Watson, que le ganó un juego de tres rondas seguidas de Jeopardy a
los dos campeones mundiales de esa disciplina. Y, en el año 2016, un programa
informático le ganó cinco a cero al triple campeón europeo de Go; un juego de
tablero estratégico para dos jugadores originario de la antigua China. Así va
de rápido la tecnología. En pocos años tendremos una máquina muy similar al ser
humano. Pero ¿para qué?
Bernardo
Kliksberg economista y escritor argentino de origen judío- polaco, reconocido
por sus trabajos en 63 libros publicados
sobre la pobreza y desigualdad en América Latina, gerencia social y
responsabilidad social empresarial, nos dice, que la inteligencia artificial es
el más grande e importante salto de la ciencia y la tecnología modernas,
siempre que se ponga al servicio de la gente, en particular de las personas más
necesitadas y vulnerables. Al servicio de la paz, no de la guerra.
La especie humana
en algún momento pudiera desaparecer si el hombre no cambia su manera de pensar
y actuar. Si sigue con sus acciones egoístas, contaminantes y destructivas. Y si
además, esta nueva forma de dominación y poder llamada inteligencia artificial,
es dirigida y manipulada por personas sin valores bioéticos claros y definidos. Porque
la tecnología y la ciencia solo tienen sentido y trascendencia si se ponen al servicio de la educación,
la salud, la equidad, la paz; si reconocen y elevan la dignidad humana.
Dr. Marcos Díaz Guillén
pediatra-neonatólogo
Santo Domingo
República Dominicana
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