“Hay criminales que proclaman
tan campantes “La maté porque era mía”, así no más, como si fuera cosa de
sentido común y justo de toda justicia y derecho de propiedad privada, que hace
al hombre dueño de la mujer. Pero ninguno, ninguno, ni el más macho de los
super machos tiene la valentía de confesar “La maté por miedo”, porque al fin y
al cabo el miedo de la mujer a la violencia del hombre es el espejo del miedo
del hombre a la mujer sin miedo” (Eduardo Galeano y “La mujer sin miedo”). El
escritor uruguayo describe magistralmente el miedo del cobarde que es capaz de
asesinar a una mujer indefensa, que en muchos casos es una madre.
Para el año
2012 Sergia Galván directora de “Colectiva Mujer y Salud” decía “que los feminicidios
en la República Dominicana se podían considerar como una tragedia nacional”. Y,
el procurador General de la República de esa época admitía “que todavía el
Ministerio Público no ha sido exitoso en sus esfuerzos por detener el problema”.
Cinco años después, ¿ha mejorado la situación? Y, ¿qué pasa con el niño?, ¿cómo repercute esa
experiencia traumática en su salud y comportamiento?
Quiero
recordar una entrevista que el 19 de julio de ese mismo año se le hiciera a la
psiquiatra Francis Báez y que publicara Miguel Martínez en el periódico Hoy
Digital donde la especialista explica los traumas que vive el niño cuya madre ha sido asesinada
por su padre. La especialista nos dice, que el feminicidio afecta a todo el
núcleo familiar, “que cuando uno de los padres falta, y más cuando es la madre,
es un problema doble, porque no solamente se produce la pérdida de la madre que
es la protectora, la que cuida, la guía. Si no que quién provocó el daño, esa
injuria al hogar, fue precisamente el papá. Los sentimientos del niño son
dobles, porque ha perdido a la persona que lo amaba y cuidaba de manos del otro
ser a quien él también amaba. En estas circunstancias, el niño siente que su
mundo se le ha destruido completamente, que todo se ha perdido. En lo
psicológico, la depresión puede ser uno de los síntomas principales, o puede
que el niño presente lo opuesto que es la rebeldía”.
“De la
depresión, el niño pasa a una etapa de violencia como respuesta a la pérdida de
la madre y del padre que estará ausente, porque habrá huido, estará encarcelado
o se habrá suicidado. Es una catástrofe, donde sus emociones y conflictos van a
regir una conducta que dará como resultado a un ser humano inmisericorde,
depravado y malvado, carente de toda atadura moral”.
El feminicidio
y sus repercusiones en el niño y toda la comunidad debe ser enfrentado desde
muchos ángulos: oficial y por la sociedad civil, educacional, sociológica, psicológica,
judicialmente y desde el orden público
etc. La procuraduría General de la República ha prometido recientemente un
programa nacional para enfrentar este problema que nos afecta a todos y con el
que todos debemos comprometernos. De lo contrario, en poco tiempo debido a este
y otros asuntos que no hemos sabido o querido resolver, nuestro país, pudiera
resultar en un estado fallido.
Dr. Marcos Díaz Guillén
Pediatra-Neonatólogo
Santo Domingo, República Dominicana
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