Se estima que 3.4 billones de personas, la mitad de la población mundial, están en riesgo de padecer malaria o paludismo. ¿Por qué un diagnóstico que se hace en minutos, observando una gota de sangre al microscopio, puede tardar hasta meses? Esta misma pregunta puede hacerse para la tuberculosis, la enfermedad de Chagas y otras enfermedades que afectan a las poblaciones más empobrecidas del planeta. Porque el microscopio que conocemos, además de costoso, no es tan versátil como para adaptarse a la investigación de campo en grandes poblaciones.
Manu Prakash, bioingeniero de la Universidad de Stanford en Silicon Valley,
California, ha creado un microscopio de papel-cartón aplicando el arte de
origen japonés conocido como origami. Es una brillante demostración de cómo un
invento sencillo e innovador, podría revolucionar la asistencia sanitaria en
los países pobres conocidos como países en vía de desarrollo.
El foldoscopio que es como se conoce éste microscopio, es un lente muy pequeño sobre una estructura de cartón, con una diminuta batería en capacidad de alcanzar hasta 2,000 aumentos sin necesidad de electricidad. Pesa menos de 8 gramos, es portátil y cabe en un bolsillo. Lo puede armar cualquier persona en menos de 10 minutos a un costo de unos 50 centavos de dólar. A raíz de éste invento, nació “Ten thousand Microscopes Project” o Proyecto de diez mil microscopios financiado por la Fundación Gordon and Betty Moore que tiene previsto, repartir 10 mil microscopios de papel a niños en todo el mundo.
El objetivo de este joven científico es que en la región más remota
imaginable en el mundo, con su microscopio, se pueda diagnosticar la malaria
y otras enfermedades contribuyendo a su
erradicación. Que en la escuela se enseñe al niño a construir sus propios
inventos con los materiales que se tengan a mano. Busca, un nuevo modelo de participación ciudadana en
la enseñanza de la investigación científica, en vez, de un enfoque descriptivo,
cerrado y dirigido. Desea explorar una aproximación más abierta a la ciencia,
hacer que los niños vean la ciencia más como un juego que como una imposición.
Dr. Marcos Díaz Guillén
Pediatra-Neonatólogo
Santo Domingo, República Dominicana
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