La estrategia AIEPI
(Atención Integral a las Enfermedades Prevalentes de la Infancia) dirigida a
los niños y niñas de 0 a 5 años para reducir las enfermedades y las muertes
infantiles, integra las mejores medidas de salud para una vida sana, la
prevención de enfermedades y las muertes prevenibles por las vacunas, lactancia
materna, la alimentación sana, la detección y el tratamiento precoz de las
enfermedades prevalentes y más comunes de la primera infancia.
Pasado este primer año de
la pandemia COVID-19 la estrategia AIEPI auspiciada por la OMS está en peligro.
Como está en peligro la salud mental y emocional de la sociedad mundial, muy
particularmente la salud física, mental y emocional de todos los niños.
El niño es eminentemente
social, necesita el toque, el beso y el abrazo, necesita relacionarse para
hacer su mejor trabajo: el juego. Que no puede ser sustituido por la tecnología
por muy inteligente que esta sea.
“A un año de esta
catástrofe mundial, al menos 80 millones de niños menores de un año corren el
riesgo de contraer enfermedades que estaban controladas: difteria, tosferina,
sarampión etc. debido a que las inmunizaciones que se hacían regularmente han
sido interrumpidas por la COVID-19” (OMS). La desnutrición infantil cuyos
niveles habían descendido, está aumentando por un desempleo en crecimiento y un
control menos eficiente del que teníamos hace un año del desarrollo y
crecimiento de nuestros niños.
Con solo un año de
pandemia se ha vuelto más deficiente el control prenatal de las embarazadas y
han nacido más niños con mayores riesgos de enfermar; ha aumentado el número de
cesáreas que ya era escandaloso y la atención materna e infantil posparto ha
caído en número y calidad. Las ideas suicidas y los suicidios se han
incrementado en los adolescentes, y, la violencia intrafamiliar ha aumentado con
esta pandemia como nos han informado amigos expertos que trabajan en las
distintas áreas de la salud pública.
Es un panorama incierto,
pero no podemos desmayar, debemos resistir juntos sociedad y autoridades. Hay
que comprometerse con los programas tradicionales de vacunación, comenzar a
abrir las escuelas, los colegios, los parques y las universidades. Los espacios
propios del ser humano, el hábitat natural del niño, pero con un mayor sentido
de responsabilidad. Que nos lleguen las vacunas y que sean accesibles para
todos.
Dr. Marcos Díaz Guillén
pediatra-neonatólogo
Santo Domingo,
República Dominicana.
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