Serían las 5:00 de la
mañana, la trajeron dos amigos suyos. Ya en la emergencia de la clínica,
todavía medio dormido, desde que la vi, supe que la habían violado.
De inmediato, tomé muestra
de los fluidos alrededor de sus genitales, ella parecía estar borracha o bajo
los efectos de alguna otra droga. Hice una limpieza de su vagina, aspiré su
cavidad uterina y le suturé algunos desgarros. Iniciamos los antibióticos y la
antitoxina tetánica y esa misma mañana se le comenzó profilaxis contra posibles
enfermedades de transmisión sexual incluyendo la enfermedad por VIH. Fue fácil localizar
a los culpables quienes fueron denunciados por la víctima y puestos a
disposición de la justicia. Historia real contada por un colega.
Esa es la obligación de
todo médico ante un caso de violación. En mi experiencia de más de 15 años como
médico especialista de emergencia, he tenido quizás dos o tres casos similares
y en cada uno he hecho lo mismo, y es lo que todo médico debe hacer me dijo. En
lo que ambos estuvimos de acuerdo.
Muy distinto es la
violación de niñas y adolescente en el seno del hogar por amigos y familiares
muy cercanos, que se repiten y que pocas veces son denunciados, que nos llegan
con dos y tres meses de embarazo. Y es en estas circunstancias que se pretende
que el médico malogre la vida de un ser humano saludable. No existen razones
científicas que justifiquen eliminar a un niño que crece sano en el vientre de
su madre, y que esto se presente como un argumento para justificar la
legalización del aborto. Porque los médicos estamos para salvar vidas, no para
eliminarlas.
A nadie se le ha otorgado la autoridad para
decidir quién debe vivir o quien debe morir, ni siquiera porque venga con la
peor anormalidad. Y porque, además, el aborto, nunca va a eliminar en la mujer
el trauma que le produjo la violación. Y, porque en la mayoría de los casos de
mujeres que han abortado, se produce un síndrome postaborto caracterizado por
graves sentimientos de culpa, angustia, depresión, abuso de drogas, frigidez e
ideas suicidas. No le pidamos al médico que sea parte de esa tragedia.
Eduquemos a la juventud y busquemos y castiguemos al culpable. Que casi siempre
convive con la víctima.
Dr. Marcos Díaz Guillén
pediatra-neonatólogo
Santo Domingo
República Dominicana.
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