Las enfermeras obstétricas certificadas, han venido a
sustituir a las comadronas o parteras de tiempos pasados, las que hicieron una
labor de primer orden en el cuidado de la parturienta y su bebé. Hoy, ese
personal, con estudios a nivel superior, tiene los conocimientos de la fisiopatología
de la labor de parto y sabe interpretar y manejar los monitores obstétricos. Es
el personal que debemos formar, y es el que han formado los países que han
decidido desarrollar un sistema de salud obstétrica y neonatal robusto y
confiable.
Ante la realidad que padecen nuestras embarazadas y
nuestros recién nacidos, en un país en el que hacer cesáreas es lo habitual.
Sin detenernos a identificar quién tiene la razón que, a todas luces, la tienen
los médicos. Me atrevo proponer una gran alianza, una unión de voluntades, una
manera diferente de ver las cosas y así empezar a cambiar nuestra situación de
salud obstétrica-neonatal a nivel nacional.
Propongo una alianza del Colegio Médico Dominicano, con
las Sociedades Médicas Especializadas, las Administradoras de Riesgos de Salud
(ARS) sin que ello signifique que los médicos tengamos que abandonar nuestras
justas demandas, el Ministerio de Salud Pública, el Ministerio de Educación
Superior y las 11 (once) Escuelas de Medicina existentes en las distintas
universidades dominicanas.
Que todas las universidades y sus Escuelas de Medicina abran
la carrera de Enfermería Obstétrica. Que empecemos a formar ese personal y a
diseminarlo por todo el territorio nacional. Que sean esas enfermeras las que hagan
la vigilancia de la labor del parto en estrecha comunicación y supervisión con
el obstetra para comunicarle cuándo las cosas no están sucediendo como deberían
y que el especialista si procede, continúe con la labor o decida terminar con
una cesárea. Pero, se le habrá dado a la mujer la oportunidad de parir por la vía
natural. Que la autoridad se responsabilice a mantener el equipamiento e
insumos de manera permanente en esa unidad obstétrica, que deberá existir en
cada hospital o clínica que atienda embarazadas. Y que todo el personal
involucrado reciba una remuneración consensuada, viable, sostenible y justa.
Que podamos crear para ese programa, una estructura que
asegure su permanencia en el tiempo, y que no cambie cuando cambie el gobierno
o el ministro de Salud. Entonces, tendremos el aval profesional y moral, y a
una sociedad que nos respalde.
En un tiempo relativamente corto, empezaremos a ver los resultados,
y a más largo plazo, la triste realidad de nuestras embarazadas y de nuestros
recién nacidos, será muy distinta. Y no es una utopía. Porque lo hemos visto en
países diferentes y otros no tan diferentes al nuestro. Que así sea. AMÉN.
Marcos Díaz Guillén
pediatra-neonatólogo
Santo Domingo, D.N.
República Dominicana.
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