Este título parecería ser una jocosidad, un relajo o
cachondeo. Pero es la triste realidad que vive nuestro país ante la
indiferencia de todos. Porque aquí, ya no se hacen partos. Una realidad que
afecta directa y negativamente la salud de la mujer y del niño en un tiempo en
el que reclamamos respeto al derecho que tenemos todos a la salud. Aquí, se
programan cesáreas, porque la sonografía muestra circulares del cordón
umbilical al cuello del feto o porque la paciente me lo pidió.
“Las cesáreas son eficaces solamente cuando son
necesarias por motivos médicos” (OMS). Y, en nuestro país, si usted pasa por
cualquier clínica encontrará que, si hay 10 recién nacidos, como si hay 20,
todos han nacido por cesárea.
Es un problema de salud pública que nadie ha atendido ni
desea atender y que tiene causas distintas, que van desde lo económico hasta la
ética e irresponsabilidad profesional, en un Sistema Nacional de Salud
entregado casi totalmente al sector privado, que no está en disposición de
pagar 14 o 18 horas de vigilancia de una labor de parto.
A corto plazo, la cesárea tiene consecuencias de
morbimortalidad para la madre. Sangrados, infecciones, accidentes quirúrgicos y
anestésicos, reingresos al hospital y casos fatales de embolias que han llevado
a mujeres muy jóvenes a la muerte. En el niño, entre otras complicaciones, más
casos de distrés respiratorio, separación madre-hijo, dificultad para un
amamantamiento temprano que termina en alimentación artificial y el nacimiento
de niños prematuros
con las complicaciones propias de la prematuridad, que pueden incluso llevar a
la muerte.
A largo plazo, la cesárea también tiene sus
consecuencias. Investigadores del Instituto Karolinska en Estocolmo, Suecia, la
más grande institución de educación médica del mundo hace años encontraron que, los niños nacidos
por cesárea al compararlos con los nacidos de parto normal, tienen más
probabilidades de desarrollar, asma, diabetes y leucemias. Porque en el momento
de la extracción, se
produce una metilación de los glóbulos blancos del niño que son parte
importante de su mecanismo de defensa, también la activación y desactivación de
muchos de sus genes. Y, porque al nacer antes de lo previsto, un niño que no ha
experimentado el estrés beneficioso de la labor del parto, el nacimiento le encuentra
desprevenido y genéticamente desprogramado. (Epigenética).
En conclusión, cuando en medicina se hacen las cosas
correctamente, la cesárea puede ser salvadora y su realización no debe
sobrepasar el 10% o el 15% de los nacimientos. Nosotros como sociedad y nuestro
Sistema Nacional de Salud, debemos producir las transformaciones que sean
necesarias para poner freno a esta escandalosa situación que irrespeta el
bienestar y la salud de nuestras madres y nuestros niños.
Marcos Díaz Guillén
Pediatra-neonatólogo
Santo Domingo
República Dominicana.
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