Sobre las vacunas hay mucho desconocimiento. Hay mucho que informar y mucho que educar. Las proyecciones sobre población indican, que, para el año 2050 en el mundo habrá más personas de 65 que niños de 15 años. Entonces, las vacunas son y serán necesarias para toda la vida. Vacunando, habrá menos enfermedades, menos internamientos, menos muertes y nos ahorramos millones de dólares. Al haber menos infecciones usaremos menos medicamentos y disminuiremos la resistencia a los antibióticos, un problema de salud pública mundial.
Pasada la pandemia Covid-19, la propaganda mundial
antivacuna hizo el peor de los daños y los médicos han comenzado a ver y la
humanidad a padecer enfermedades que estaban controladas, erradicadas y casi
olvidadas: Poliomielitis, sarampión, tosferina, difteria y otras, y no solo en
nuestra América Latina, también en EE.UU., Reino Unido, Canadá, Francia y otros
países. Todo ello, a pesar de la buena experiencia que a través del tiempo ha
tenido la humanidad con las vacunas. Pero no queda ahí, se ha pretendido
menospreciar a los premios Nobel y de paso echar por la borda al mayor
descubrimiento de la investigación científica de los últimos tiempos: Las
vacunas mRNA (RNA mensajero) que en el año 2023 hizo merecedores del Nobel de
Medicina y Fisiología a dos reconocidos científicos: Katalin Karikó de Hungría
y Drew Weissman de los EE.UU.
Pero hay que insistir para crear una mejor percepción de
las vacunas en la población de todas las naciones. Reconocer, que las vacunas
salvan vidas y evitan invalidez y no solo en los niños. Que son seguras y eficaces
en la embarazada y su criatura, el lactante, el púber, adolescente, adulto
joven y el envejeciente. Que hay vacunas para esas edades y muchas de las
enfermedades que les afectan. Que los países más desarrollados son los que más
vacunan y en los que su gente vive más tiempo y mejor.
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