En los últimos
días hemos oído a muchas personas en el país, preocupadas por el incremento de
los suicidios en adolescentes y adultos jóvenes. Y no es solo aquí. El
suicidio, es la “salida” a los problemas que desde una visión distorsionada,
ven muchos jóvenes, a su problemática existencial en la sociedad global del
momento.
El deterioro
de la familia, la falta de oportunidades, el egoísmo, metido en el tuétano del
ser humano y generador de tanta injusticia, el divorcio, la ausencia de padres
como modelos a imitar, la marginalidad, los problemas económicos, la tenencia
irresponsable de armas de fuego, el uso abusivo del alcohol y otras drogas, la
incertidumbre de un futuro mejor, son solo algunos de los precipitantes para
que un adolescente depresivo, decida terminar suicidándose.
Y es que debemos
saber, que el 75% de los suicidios se dan en personas depresivas. Que la
depresión es una enfermedad, que da síntomas, y que se puede tratar con muy
buenos resultados. Y, no hablo de esos momentos de tristeza y desesperanza que
a veces padecemos. No, eso es normal e inevitable. Hablo de la depresión como
enfermedad multifactorial y compleja, en la que convergen factores genéticos,
biológicos, psicosociales y ambientales. Enfermedad en la que se produce
alteración de nuestros neurotransmisores cerebrales, en las citoquinas y en
nuestras hormonas. Debemos por lo menos saber sospecharla, para poder intervenir
en la recuperación de esos jóvenes. Según los Centros para el Control de
Enfermedades (CDC) de los EE.UU., más de 30,000 personas se quitan la vida cada
año en ese país, y, la población más comprometida está entre los 15 y 25 años
de edad, datos del año 2012.
Los padres,
deben estar atentos y buscar la ayuda profesional, si hay historia en su familia
de personas depresivas y notan en su hijo: que tiene dificultad para
concentrarse, que está fallando en sus estudios o en el trabajo, si habla de
que debe dejar todas sus cosas en orden, si ha perdido el interés por las cosas
que antes le eran divertidas, si habla de la muerte con frecuencia o dice que
la “vida no tiene sentido”, si han cambiado sus hábitos de sueño. Son solo
algunos indicadores. En tales circunstancias deberán actuar con prontitud,
porque son signos de depresión que pueden terminar mal, y porque su hijo está
dando síntomas de una enfermedad perfectamente tratable.
Una buena
noticia nos llegó hace dos semanas desde el Reino Unido. Científicos de la
Universidad de Cambridge (Ian Goodyer y Matthew Owens a la cabeza), han podido
identificar el primer marcador biológico en niños y jóvenes en riesgo de padecer
depresión mayor más adelante. La elevación de la hormona del estrés, el
cortisol, unida a signos o síntomas de depresión, parece ser un predictor
confiable para poder intervenir oportunamente en la prevención de la depresión
y el suicidio en la población joven. Ojalá que así sea.
Dr. Marcos Díaz Guillén
pediatra-neonatólogo
Santo Domingo
República Dominicana
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