Por muchos siglos, las religiones y la ciencia tradicional tomaron el
control del conocimiento humano para producir una controversia estéril entre la
espiritualidad, las religiones y la ciencia. Aunque no necesariamente la
espiritualidad tiene que estar relacionada con una religión.
La oración, es una enorme fuente de poder, y, el hecho de que la oración
funciona, se refleja en la conexión de la persona con lo absoluto, con Dios. Y,
cuando un santo hombre hindú está meditando, los ejercicios respiratorios y
mentales que ejecuta, ejercen un efecto fisiológico sobre su cuerpo. Lo mismo
ocurre con el que ora.
Lisa Miller, educadora y psicóloga de Yale College y PhD de la Universidad
de Pennsylvania en su libro “The Spiritual Child/The Science behind the
Spirituality” (El niño Espiritual/La Ciencia detrás de la Espiritualidad), nos
presenta una nueva gran verdad: La ciencia y el poder de la espiritualidad, nos
explica la clara relación que hay entre la ciencia, la espiritualidad y la
salud. Nos dice, que los niños y adolescentes que tienen una relación activa y
positiva ante la espiritualidad, tienen un 40% menor de probabilidad de usar
drogas, un 60% menos de sufrir depresión y un 80% menos de tener relaciones
sexuales desprotegidas, con un riesgo menor de padecer enfermedades de
transmisión sexual.
No son unos “atrasados” los padres que enseñan a sus hijos a orar antes de dormir,
no están “pasaos” los padres que oran junto a sus hijos por sus éxitos, los que
bendicen la mesa e inculcan sentimientos de compasión, pidiendo por aquellos
que en esos momentos quizás no tienen qué comer.
El descuido de la espiritualidad en el niño, es quizás la causa más
importante de la epidemia de
“Infelicidad e insatisfacción” que sufre la sociedad actual, que está
dando como resultado, más de un 25% de teenagers con depresión mayor, a lo que
hay que sumar un 40% de niños y adolescentes con síntomas de ansiedad y otros
síntomas por el uso de drogas ilegales.
Miller y otros investigadores de la Universidad de Columbia señalan: Que la
espiritualidad juega un gran papel en la vida social y emocional del niño, que
los ayuda a alcanzar mayores grados académicos, los hace más optimistas,
persistentes y resilientes cuando tienen que vencer obstáculos. Desarrollan
mejores vínculos con la naturaleza y su entorno, se recuperan mejor de la
depresión y otras enfermedades y responden mejor a los medicamentos. Son los
resultados de unas investigaciones científicas que debemos tomar en cuenta si
deseamos que nuestros hijos sean ciudadanos mejores y más felices.
Dr. Marcos Díaz Guillén
pediatra-neonatólogo
Santo Domingo
República Dominicana
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