En el otoño
del 2013 se produjo en la provincia de Alberta, Canadá, un brote de sarampión,
en el que se diagnosticaron 43 casos de esa enfermedad. Un segundo brote
epidémico se registró en Calgary y Edmonton, las dos ciudades más grandes de
esa provincia, que duró del 29 de abril hasta el 4 de julio/2014 con 31 casos
registrados. Durante los brotes, dosis tempranas de sarampión, rubeola y papera
(triple viral MMR) se le inyectaron a los niños entre los 6 y 11 meses de edad;
comprobándose que en los niños vacunados tempranamente, se produjo una buena
protección contra la enfermedad a corto plazo, pero no era una protección
definitiva, por lo que el esquema vacunal debía completarse en estos niños. Una
preocupación era, que los padres pudieran entender que con esa sola dosis de
vacuna, sus hijos estarían protegidos a largo plazo.
Después de la
experiencia canadiense de 2013-2014, ante un brote de sarampión, es aconsejable,
poner una dosis temprana de la vacuna durante el brote y ponérsela también al
niño va a viajar a una zona donde la enfermedad es endémica. Advirtiendo a los
padres que esa sola inyección no protege al niño definitivamente.
El interés de
los investigadores de las epidemias del Canadá era saber si los niños
protegidos con una sola dosis fueron luego vacunados correctamente, pues se
esperaba que los padres hubiesen entendido que una sola dosis significaba una
protección completa contra el sarampión. Pero, su hipótesis no fue correcta ya
que el 96 % de los vacunados durante los brotes completaron su esquema vacunal
y el 92 % de los que viajaron a zonas endémicas también lo hicieron.
Lo que hace
presumir, que el personal de salud pública que administró la dosis única
durante los brotes proporcionó una adecuada información a los padres, que esos padres fueron más proactivos y que su
percepción de los riesgos por un nuevo brote los motivó a completar el programa
vacunal. Ciertamente, hay estudios que demuestran que la percepción que tengan
los padres del valor preventivo de las vacunas es determinante para que los
niños sean inmunizados. También influye de manera determinante, la capacitación
y motivación del personal de salud pública que administra la vacuna y la
responsabilidad con que las autoridades enfrentan el problema.
FUENTE: Do VA
et al. Journal of Infectious Diseases 2017; doi: 10. 1093/infdis/Jiw
512. February 8, 2017.
Dr. Marcos Díaz Guillén
pediatra-neonatólogo
Santo Domingo
República Dominicana
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