La escuela y el colegio nunca podrán sustituir a la
familia, pero son sus mejores aliados en la educación de nuestros hijos.
Aprender algebra, la raíz cuadrada de un número o saber que la capital de
España es Madrid de poco sirve a nuestros niños. Porque la tarea fundamental de
la familia y la escuela debe ser, lograr que el niño llegue a ser un ciudadano
autónomo, autosuficiente y feliz. No importa lo que hayamos aprendido, si
carecemos de lo esencial: convivir de
manera civilizada, en relación armoniosa con los demás, a respetar el derecho
ajeno y a cumplir con nuestros deberes. A respetar y amar al planeta y al medio
ambiente, haciendo de la verdad, la honestidad y la justicia, del trabajo y la
solidaridad nuestro estilo de vida.
Lo peor que le pudiera pasar a nuestra juventud y a nuestra
sociedad es, que la escuela, el colegio, la familia y las universidades,
estemos formando buenos profesionales y a malas personas. Porque “jamás una
mala persona podrá ser un buen profesional” (Howard Gardner), no importan los
lauros o la calidad de la institución que le otorgó el título.
Al niño de hoy, debemos enseñarle a buscar las soluciones
a sus pequeños problemas, a desarrollar sus propias competencias, para que
pueda después, resolver los conflictos de la sociedad que le tocará vivir.
Enseñarle a ver la realidad desde diferentes ángulos y a ver las distintas
soluciones para un mismo problema. A ceder, a ser menos egoísta, a ponerse en
el lugar del otro. Y, lo estaremos preparando para una existencia más placentera
y saludable, a formar parte de una sociedad más equilibrada, a ser una persona
feliz, que debe ser objetivo fundamental, mucho más importante que
proporcionarle un título.
Independientemente de nuestras creencias, a nuestros
hijos, debemos enseñarles a fortalecer y alimentar su espiritualidad, a
practicar la meditación. A orar si se es creyente. A ser agradecidos. A
disfrutar la naturaleza y la actividad física, la música y otras artes, el
teatro y la pintura, los museos y el buen cine, la historia, la poesía y la
literatura. Y estaremos sentando las bases para mejores personas y un mejor
país. Tampoco se trata de una utopía. Porque todo eso está a nuestro alcance.
Solo que no lo queremos ver o hemos perdido la capacidad de ver lo que antes
veíamos.
Dr. Marcos Díaz Guillén
pediatra-neonatólogo
Santo Domingo
República Dominicana.
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