El
sueño nocturno es un hábito que los padres deben ayudar a desarrollar en
el niño desde muy temprana edad. Es el mejor alimento para asegurarle un
desarrollo y crecimiento físico, cognitivo y emocional. No es comer, es dormir 12
horas por las noches en sus primeros años de vida.
¿Por qué?
Porque es en el sueño nocturno que el niño libera sus
hormonas, entre ellas la hormona del crecimiento que le permitirá crecer y
desarrollarse en todas sus potencialidades mucho mejor que el niño que duerme pocas
horas.
Es que el cerebro humano, aunque sigue trabajando por la
noche, lo hace en condiciones basales, y es el tiempo que este órgano utiliza
para liberarse de los tóxicos que acumulamos con la actividad diurna que en el
niño es más intensa que en el adulto.
El niño que duerme
bien sus horas nocturnas se convierte:
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En un niño menos demandante.
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Más autosuficiente.
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Menos egoísta.
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Más solidario.
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Hace más amigos.
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Es más eficiente en el cumplimiento de sus
deberes.
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Es un niño ecuánime.
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Capaz de divertirse solo.
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Una persona feliz.
Los padres somos
los responsables de crear el hábito del sueño nocturno, pero si somos tan “indulgentes”,
el niño no podrá desarrollar la capacidad de reconocer la autoridad que proviene
de los padres, ni entenderá los deberes que debe cumplir que siempre deberán
ser más que sus derechos. Piensa que puede ir a la cama o tomar cualquier otra
decisión cuando él quiera; entonces, ese amor sin límites que le ofrecemos podría
convertirse para él y sus padres en angustia y caos.
A las madres, quiero darles algunos consejos para lograr que su niño duerma toda la noche: antes de ir a la cama, prepare la habitación del bebé a una temperatura agradable y a oscuras, con agua tibia sin jabón dele un baño de relajación de pies a cabeza, tómese su tiempo y aprovéchelo para hablarle, arrullarlo, cantarle canciones y hacerle cuentos, lo seca, lo abriga y le da de cenar para pasarlo a su habitación. De la luz a la oscuridad. Con los días, el niño entenderá que pasa del día a la noche y que llegó la hora de dormir, que siempre deberá ser la misma. Quizás llore por unos minutos, es su decisión, pero terminará por entenderlo y se dormirá. Y le habremos dado una lección de amor, sin poner en riesgo su salud y la autoridad de padres, responsables de poner el orden y los límites.
Marcos Díaz Guillén
Pediatra de la República Dominicana.
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