“Libre, libre.
Mis ojos seguirán aunque paren mis pies”. “Estas fueron algunas de las últimas
palabras que dejó escritas Jokin Zeberio de 14 años de edad antes de suicidarse
tirándose al vacio con su bicicleta desde lo alto de la muralla de Hondarriba,
España, en septiembre del 2004. Jokin venía sufriendo el acoso de algunos de
sus compañeros desde hacía años. Las continuas amenazas, humillaciones,
insultos y golpes lo hicieron sufrir y
lo llevaron a la muerte. El hecho, hizo sonar la alarma social, política y
educativa y ha generado múltiples debates, pero lamentablemente, no ha frenado
el fenómeno”.
Bullying es un
término aceptado universalmente y que en el idioma español, no existe una
palabra que lo defina literalmente. Se refiere a maltrato, acoso, o abuso
intencional en perjuicio de un individuo más débil por otro que es más fuerte
convirtiéndolo en su víctima habitual, y que puede darse por días, meses o
años, no es el caso del abuso ocasional. El abuso, puede ser por intimidación
verbal, psicológica y física con la intención de producir temor, daño o dolor
en la víctima.
La víctima se
muestra débil, insegura, tímida y con una autoestima muy baja. Le gusta
permanecer bastante tiempo con la familia donde se siente seguro. Y, son
individuos casi siempre de baja estatura, gorditos, con lentes recetados para leer o con
cierto grado de dificultad en el lenguaje o alguna anormalidad en su fisionomía.
Pero pudiera ser cualquier niño o niña.
En la mayoría
de los casos los padres y el colegio se enteran muy tarde de que el estudiante
está siendo víctima de bullying, y esto, puede tener sus consecuencias para la
víctima: sentimiento de desprotección y humillación, fobias al colegio y a los
estudios, estado de ansiedad, depresión y muchas veces intentos de suicidio.
La reacción de
los padres de un niño víctima de bullying es, actuar con agresividad frente al
colegio, al profesor o tomar acción directa contra el victimario, y eso no es
correcto. Lo correcto será, involucrar a la víctima, al victimario, al colegio
y a las familias. Escuchar a los estudiantes, aunque estos no nos digan toda la
verdad. Crear un ambiente de respeto, inculcar valores en el programa escolar,
trabajar solidariamente alumnos, escuela y sociedad promoviendo la empatía y
buenas relaciones entre todos, reforzar la vigilancia y las conductas positivas
e incluso premiar al victimario cuando haga las cosas bien, y no expulsarlo de
la institución, porque con ello, lo que se consigue es, dificultar su rescate e
integración a la sociedad.
El bullying,
es un fenómeno con múltiples raíces imposible de explicar en tan corto espacio,
es un problema muy serio y frecuente, que hay que detectar a tiempo y que tiene
solución. En su solución, deberán involucrarse los padres, los alumnos y la
escuela, todos a la vez. Perder esas perspectivas, sería arriesgarnos a exponer
a nuestros hijos a vivir experiencias lamentables para ellos, sus familias y la
sociedad misma.
Dr. Marcos Díaz Guillén
pediatra-neonatólogo
Santo Domingo,
República Dominicana
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