No todo lo viejo es malo, ni todo lo nuevo es bueno. Lo
bueno sería, que, respecto de nuestros niños, podamos poner cada cosa en su
lugar. Saber decidir qué y cuándo ofrecerles lo que necesitan, para que puedan
sacar de lo viejo y de lo nuevo lo mejor para su salud y bienestar.
Lo malo sería, tener al niño permanentemente bajo los
efectos de una pantalla para que nos deje tranquilos y que desde la educación
primaria se le provea de una tableta. Creernos que el lápiz y el cuaderno son
herramientas obsoletas.
Cuando un niño en sus primeros años pulsa una tecla
realiza un acto muy simple, distinto a cuando pulsa el lápiz sobre el papel.
Con la escritura manual, se activa la coordinación ojos- manos - dedos y una
infinidad de pequeños músculos. Realiza un esfuerzo que es beneficioso para
desarrollar sus ideas y obtener el resultado que se ha propuesto y, ejercita
áreas específicas de su cerebro que no deben permanecer ociosas.
El acto de escribir a mano activa el lóbulo frontal del
cerebro que se asocia a los procesos del habla y la escritura, el lóbulo
parietal que se asocia a la interpretación de las palabras y a una cadena de
interacciones neuronales que darán al cerebro del niño la plasticidad necesaria
para enfrentar de una mejor manera su vida futura. Debiéndose señalar la
vergüenza ajena que hoy nos produce encontrar tantos errores ortográficos en solo
un párrafo escrito por nuestros estudiantes a todos los niveles.
“Hicimos hincapié en los libros impresos, los ratos de
lectura en silencio y los ejercicios de escritura a mano” (Sistema oficial de
educación, Suecia).
Y sobre la tecnología ¿qué podemos decir?
Que no es equitativa.
La pasada pandemia es el mejor ejemplo. Fue muy útil para
los colegios y universidades que pudieron adquirirla, pero dejando fuera de
ella a más de 500 millones de niños en los países más pobres.
Que tampoco es sostenible.
Las evidencias indican que, los beneficios del
aprendizaje desaparecen si la tecnología se utiliza en exceso o en ausencia de
docentes calificados. Y que no es sostenible para un gran número de países, por
su ritmo y cambio, que obliga a los sistemas de educación a adaptarse muy
rápidamente y cuando se están adaptando a ella, ya se ha vuelto obsoleta.
Resumiendo: Aprendamos todos a discernir, porque
necesitamos de la tecnología y la Inteligencia Artificial, la computación y las
pantallas. Pero no tan temprano e intensamente que se conviertan en un peligro
a la salud emocional y cognitiva de nuestros niños.
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