“Aunque la evidencia científica
indica que las vacunas no producen autismo, una tercera parte de los padres aún
manifiestan esa inquietud. Y, uno de cada diez padres se resiste o retrasa las vacunas de sus hijos,
porque entienden que eso es más seguro que seguir las recomendaciones de los
expertos de los Centros de Control de Enfermedades CDC”, (Journal of Pediatrics
29 de marzo/2013. Comunicación del Children´s Hospital Medical Center,
Cincinnati, OH.)
“Son demasiadas vacunas las que se
administran un solo día y es enorme el número de vacunas que debe recibir un
niño en sus primeros dos años de vida”.
Frank De Stefano y colegas de los CDC analizaron 256 niños que padecían del
síndrome de espectro autista y 752 niños sin éste problema nacidos entre 1994 y
1999. Estudiaron en cada niño su exposición a la acumulación de antígenos que
son las sustancias que en cada vacuna inducen al organismo y a su sistema
inmune a producir anticuerpos contra las enfermedades que se desean evitar.
Encontraron, que el total de antígenos recibidos por las diferentes vacunas
hasta los dos años de edad, y el máximo de antígenos recibidos por esos mismos
niños en una sola dosis de vacunas combinadas o conjugadas fue la misma en los
niños que padecían de autismo y los que no lo padecían.
Es cierto que el esquema actual de
inmunización contiene un gran número de vacunas, si lo comparamos con el usado
antes de los años 90. Pero el número máximo de antígenos a que se expone el
niño actualmente es de 315, y en el esquema viejo era de varios miles de
antígenos. Por ejemplo, la antigua vacuna de células enteras contra la tos ferina
producía alrededor de tres mil diferentes anticuerpos y la vacuna acelular
actual contra esa misma enfermedad, solo produce un poco más de seis.
Se ha argumentado que el timerosal que es un conservante que se usó en las
vacunas, dañaba el sistema nervioso del niño. Lo que no se informó es, que esa
sustancia además de no haberse podido relacionar con el autismo, se ha retirado
de casi todas las vacunas.
La medicina basada en la evidencia
indica que las vacunas no producen autismo, que lo otro es especulación, que
los beneficios de vacunar a nuestros niños superan por mucho los riesgos de no
hacerlo. Basta recordar los cientos de miles de niños y adultos muertos o
inválidos antes de la vacuna contra la poliomielitis. A solo dos años de la
introducción de la vacuna contra el hemophilus influenzae tipo b, se produjo un
descenso dramático de los casos de meningitis bacteriana en los niños donde
ésta vacuna se está aplicando. Las vacunas, han sido un éxito, y lo seguirán
siendo, en la medida en que los padres entiendan que deben seguir vacunando.
Dr. Marcos Díaz Guillén
pediatra-neonatólogo,
Santo Domingo.
República Dominicana
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